No es extraño que la última entrada de este blog sea de 2011. En aquel entonces, hablábamos del Salón Internacional de Gastronomía de ese año y sobre todas las degustaciones y catas de vino a las que asistimos. Esa fue la penúltima entrega del que ya era un evento tradicional en Caracas. En lo personal, recuerdo el Salón con especial aprecio, dado que fue en un Salón donde nació mi afición por el vino y todo lo que lo rodea.
Pero ya han pasado muchos años desde que probé mi primera copa de cosecha tardía de una etiqueta que hoy no compraría por dos razones: 1. no recuerdo la marca, pero sé que ya no existe en nuestro mercado, y 2. no había pasado un año y ya me sabía a koolaid de limón (el paladar va aprendiendo rápido).
En estos cuatro años, pasó de todo. El mercado del vino fue de los más golpeados. Habrá quien diga que es superficial preocuparse por el vino en la situación actual, pero yo digo: ¿acaso no leyó el nombre de este blog?
En 2012, el SIG hizo su última aparición. "Una irregular edición" dijo el blog La Casa de Antociano. Y con el SIG, fueron desapareciendo otros eventos como El Vino Toma Caracas y Sólo Los Mejores. Lo mismo ocurrió con las degustaciones semanales que llevaban adelante el ejército de sommeliers y conocedores que por aquel entonces predicaban la enofilia con la rigurosidad de cualquier secta. En un evento, uno se encontraba a la misma gente y a los nuevos reclutas que cada vez éramos más.
Vivíamos en una burbuja de champaña y aunque nos aferrábamos a una pared de la copa, nuestro futuro era manifiesto. Venezuela no produce vino, el 99,9% se importa. En medio de un control de cambio, tarde o temprano el mercado se vería afectado. Y así fue.
Entre 2012 y 2013, muchos de los miembros de la otrora comunidad de enófilos comenzaron a emigrar. El blog Historias de Sobremesa de Vanessa Rolfini hace una lista que muy bien resume el 2013 como un año muy raro. ¡Y miren que sí fue raro! (https://historiasdesobremesa.wordpress.com/2013/12/21/2013-fue-el-ano-de-los-extremos-resumen-de-la-receta-gastronomica-venezolana/)
Pero como la energía no desaparece, sólo se transforma, la paulatina desaparición del vino, y demás bebidas espirituosas muy estimadas por los venezolanos, llevó al surgimiento de los productos autóctonos y a una forzada renovación del mercado y de la percepción de los productos nacionales. Hoy en día, es posible ir a un bar y escoger entre marcas de cerveza nacionales, tomarse un shot de cocuy o un coctel a base de ron. Y como no todo es terrible, el vino va volviendo aunque de manera más tímida (dados los costos y la falta de variedad de etiquetas). Hace unos meses me encontré a la sommelier Vanessa Barradas en el Trasnocho y me confirmó esta tendencia. Su bio de Twitter dice "Soy cerveza, ron, cocuy y vino."
Hoy, el cacao, el café y el té se han hecho su lugar entre los paladares educados de la clase media. Así que no todo es llanto y quejidos en nuestro desquiciado país. Nuevos productos, nuevas manifestaciones gastronómicas y el relanzamiento de lo tradicional es lo que nos ha dejado nuestra realidad actual.
El futuro no existe pero a pesar de las profecías apocalípticas que uno escucha por ahí, los locales gastronómicos permanecen llenos y con lista de espera.
Quisiera interpretarlo todo como que atrás quedaron los derrapes y excesos de nuestra adolescencia y que lo que nos queda por delante es asumir nuestra nueva o próxima madurez. Pero no quiero pecar de optimista. Al menos, así será para mí. Nos seguiremos leyendo.
A los que se fueron, a los que seguimos.
¡Salud por lo que sea!